Dos Chuys, padre e hijo, unidos por una misma causa, el desarrollo de un joven talento mexicano. El primer Chuy, Jesús Hernández, es contador y nos relata desde la tribuna, cómo ha sido el desarrollo de su hijo. “El jugador de amarillo es mi hijo”, nos dice orgulloso, alentando y aplaudiendo al tenista juvenil, “Vivíamos en Chiapas, pero nos mudamos a Mérida desde que Alan Lemaitre invitó a mi hijo a entrenar en el Centro de Alto Rendimiento”.

Chuy Jr., luciendo su camiseta amarillo neón de UNIQLO que le compraron en Nueva York, se seca el sudor en una esquina de la cancha y de reojo contempla a su adversario, el brasileño Joao Ferreira, sembrado seis en las qualys. Con 1.87 mts de altura y corpulento, Chuy muestra potencia y explosividad en la cancha. Como a muchos otros juveniles, se le nota que todavía requiere de ese “ajuste fino” que lo detone al siguiente nivel, sobretodo en cuanto a la movilidad y velocidad de reacción, ya que llega medio paso tarde a varias bolas del rival.

“En abril cumplió 18 años y estamos viendo que vamos a hacer para darle continuidad a su desarrollo tenístico,” nos explica su padre, “Ya tiene varias ofertas de universidades, un par en Estados Unidos, en Pensilvania y Alabama, y otra también aquí, creo de la Anáhuac. Las universidades americanas le ofrecen beca del 70% y él todavía está negociando”.

Este año, Chuy ha viajado a Cuba, Guatemala y República Dominicana. “Nos encanta este torneo del Abierto Juvenil Mexicano, es la segunda vez que venimos. Estos son el tipo de partidos que necesita para foguearse y mejorar”, nos dice Jesús.

Desafortunadamente, Chuy Jr. no estará entre los tenistas mexicanos que calificarán al cuadro principal, ya que predominó en sets consecutivos el brasileño, pero el potencial que demuestra en la cancha es innegable y seguramente muy pronto escucharemos su nombre en el ámbito del tenis universitario.

Abierto Juvenil Mexicano, Las Nuevas Estrellas del Tenis en la Ciudad de México