El deporte en nuestro país es algo fundamental para detener los distintos males sociales de nuestro país. A lo largo de la semana anterior tristemente el deporte mexicano se vio alcanzado nuevamente por la violencia con dos deportistas mexicanos víctimas de la delincuencia y el crimen organizados en dos de las entidades más violentas del país.

Sangre derramada en el tenis

Uno de los deportistas acribillados fue el ex tenista mexicano Pablo Moreno, quien radicaba en Cuernavaca y actualmente era entrenador de la academia de tenis del hotel Racquet Club. Moreno iba en compañía de su pareja sentimental y la hija de ella cuando al llegar a su domicilio fueron abordados por una motocicleta con dos individuos quienes dispararon múltiples ocasiones siendo esta última la única sobreviviente.

Además de jugador y entrenador, Pablo Moreno fue juez  de distintos cotejos internacionales como los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 y el Abierto Mexicano de Acapulco. Él era uno de los pocos jueces mexicanos avalados por la ATP y también fungía como  parte del comité organizador del Morelos Open.

Diamante sangriento

El béisbol fue el otro deporte que también se vio afectado por las olas de violencia en México, el  pasado miércoles el pitcher de los Broncos de Reynosa, Daniel Ávalos de 19 años fue ejecutado en Ciudad Victoria, Tamaulipas. El pelotero fue asesinado junto con otras tres personas, las cuales fueron raptadas por un grupo armado en un intento de obtener información sobre una banda rival.

Deporte manchado de rojo

Hay otros casos que tristemente acompañan al ex tenista y al beisbolista. Uno de los más recordados es el marchista y medallista de plata en Sydney 2000, Noé Hernández, quien falleció en 2012 días después de haber recibido un impacto de bala mientras se encontraba en un bar en Los Reyes, La Paz. Mientras que la Ciudad de Cuernavaca en el Estado de Morelos no es la primera vez que vive este escenario, este mismo año el ex seleccionado nacional de waterpolo, Francisco García fue asesinado luego de resistirse a un asalto.